FRACTURAS

Una fractura puede definirse como la interrupción de la continuidad ósea y/o cartilaginosa. Habitualmente se producen como consecuencia de un traumatismo único de intensidad superior a la que el hueso sano puede soportar.
                En los niños las fracturas son episodios habituales, aunque generalmente se resuelven en poco tiempo y sin dejar secuelas.
                Como los huesos de los niños difieren de los huesos de los adultos, las fracturas también son diferentes, teniendo éstas un tratamiento más sencillo debido a la alta capacidad de regeneración y remodelación del esqueleto en crecimiento.


CLASIFICACIÓN DE LAS FRACTURAS EN LOS NIÑOS.


Cuando se fractura el hueso infantil se puede afectar al cartílago de crecimiento, cuando esto no ocurre, debido a las características especiales que estos poseen, pueden sufrir fracturas específicas que sólo se dan en la infancia y que por lo tanto requieren maniobras de tratamiento especiales.


Fracturas Específicas y Tratamientos.

Fracturas en Rodete.

Su localización predilecta son las metáfisis o más concretamente la unión metafiso-diafisaria. Son más frecuentes a nivel del tercio distal del radio y proximal del húmero con menor frecuencia.
Su mecanismo de producción es una compresión axial sobre el hueso ante una caída, por ejemplo sobre la palma de la mano en el caso de la extremidad distal del radio. Fracasa el hueso en la unión del tejido esponjoso con el cortical que es mecánicamente más débil.
La clínica únicamente ocasionará dolor, impotencia funcional y signos locales ligeros sobre la región metafisaria afecta. No existirá deformidad ostensible puesto que no hay desplazamiento entre los fragmentos. La exploración radiográfica mostrará la típica deformidad en la cortical en forma de rodete.
El tratamiento es muy simple y únicamente requiere inmovilización del miembro afecto durante 2 a 3 semanas puesto que al no existir desplazamiento tampoco requieren reducción.



Fracturas en Tallo Verde.

Su localización son siempre huesos diafisarios finos y con corticales delgadas, tales como son el radio, cúbito y clavícula. En esta última localización puede observarse como lesión obstétrica.
                El mecanismo de producción es por inflexión, fracturándose de este modo la cortical comenzando por el lado convexo y agotándose la energía traumática al llegar al lado cóncavo, pero siendo suficiente para ocasionar una deformidad plástica que es la que mantiene la deformidad angular entre los fragmentos, es decir, que la fractura se produce sólo en el lado de la convexidad, mientras que el lado opuesto permanece en continuidad.
                El aspecto clínico del miembro fracturado es el de una deformidad grotesca e intensa del miembro, haciendo fácil el diagnóstico puesto que tiene una deformidad llamativa. La exploración radiográfica mostrará la fractura incompleta y la gran angulación de los fragmentos. Cuando se localiza en el antebrazo es frecuente observar esta deformidad en uno de ellos mientras el otro presenta una fractura completa.
                El tratamiento consistirá en la reducción del desplazamiento entre los fragmentos. Para ello deberá convertirse la fractura en completa, fracturando la cortical que ha quedado íntegra. Esto se consigue acentuando la incurvación o invirtiéndola de forma suave hasta notar un crujido que indica la fractura de la cortical. Posteriormente se inmoviliza la extremidad en un vendaje enyesado durante un período de 4 a 6 semanas.



Incurvación Plástica.

Su localización típica son huesos diafisarios finos con corticales delgadas como son el radio, cúbito y peroné.
Su mecanismo es por inflexión creando una deformidad elástica primero y luego plástica sin llegar a producirse trazo de fractura macroscópico, puesto que se trata en realidad de un deslizamiento a nivel osteonal. El mecanismo productor suele ser directo sobre el hueso afectado en el caso del peroné o bien indirecto por una caída sobre la palma de la mano en el antebrazo. En ambos casos actúa con baja energía traumática y obrando de forma lenta. Con frecuencia puede observarse la fractura completa del hueso paralelo (incurvación del peroné y fractura de la tibia, incurvación del cúbito y fractura del radio).
La clínica se caracteriza por presentar escaso dolor e impotencia funcional si no existe fractura asociada, deformidad del miembro por la incurvación del hueso afecto. La exploración radiográfica mostrará la incurvación no anatómica del hueso afecto; en caso de duda debe hacerse radiografía comparativa del lado no lesionado.
El tratamiento dependerá de la intensidad de la deformidad. Cuando es una deformidad cosméticamente inaceptable, será necesaria la reducción y se obtiene invirtiendo la angulación del hueso afecto presionando durante unos cinco a diez minutos desde sus extremos sobre un fulcro colocado en el punto de máxima angulación.



Fracturas Ocultas.

Son frecuentes en la edad infantil y se definen como aquellas que no son visibles con la radiología convencional, hecho que se debe generalmente al nulo o mínimo desplazamiento de los fragmentos y/o naturaleza cartilaginosa de uno o los dos fragmentos fracturados.
                 Las epífisis, precisamente por estar formadas en un alto porcentaje por cartílago (mayor cuanto menor es la edad del niño) son el asiento de la mayoría de estas fracturas (codo, rodilla y cadera sobre todo).

Fracturas que Afectan la Fisis.

Epifisiólisis Traumáticas.

Estas lesiones representan aproximadamente el 15 % de todas las fracturas que ocurren en los huesos largos durante toda la infancia. Corresponden a fracturas cuyo trazo cursa en parte, a través de la fisis o cartílago de crecimiento, pudiendo o no desplazarse la epífisis con respecto a la metáfisis. Además de presentar sintomatología en el momento de la lesión, su principal importancia reside en la potencial aparición de epifisiodesis, es decir, lesiones definitivas de toda o parte del cartílago de crecimiento, generalmente por formación de un puente óseo, con detención del crecimiento longitudinal del hueso o desviación angular del mismo.
                Según la Clasificación de Salter y Harris, basada en el mecanismo de la lesión y la relación entre el trazo de fractura con las células en crecimiento de la placa epifisaria,   podemos distinguir cinco tipos de epifisiólisis.

Tipo I: Se trata de un trazo de fractura que recorre toda la estructura del cartílago fisario. Provoca la separación de epífisis y metáfisis. Normalmente suele estar conservado el periostio y los desplazamientos suelen ser escasos. Puede darse como lesión obstétrica o asociarse a enfermedades o trastornos metabólicos óseos (raquitismo, alteraciones endocrinas). El pronóstico es favorable, siendo rara la alteración de la función de la fisis.




Tipo II: Se trata de un trazo que tras recorrer un tramo de la fisis posteriormente se angula y acaba fracturando un tramo de la metáfisis. Luego el trazo de fractura será fisis-metáfisis. Sería una fractura fisaria con un fragmento metafisario de tamaño variable y que radiológicamente se conoce como  “Signo de Thurston-Holland”. Es el tipo más frecuente de los cinco. Esta lesión se suele producir en niños mayores de 10 años y adolescentes, su localización más frecuente es en el tobillo y el pronóstico es favorable aunque en ocasiones si el traumatismo es violento puede dañarse la fisis.


Tipo III: Se trata de un trazo que en parte recorre la fisis y posteriormente se dirige hacia la epífisis hasta completar un trazo intraarticular. El trazo descrito convertiría la lesión fisaria en un fragmento epifisario. El trazo sería por tanto fisis- epífisis. Es poco frecuente y se produce con mayor frecuencia en la adolescencia. Las localizaciones típicas son la extremidad distal de tibia y algo menos en la del fémur. El pronóstico es favorable con respecto a la viabilidad fisaria al quedar escaso crecimiento restante, pero es incierto para la función articular, pudiendo provocar si la reducción no es anatómica, problemas de artrosis precoz.


Tipo IV: Se trata de un trazo que desde la epífisis cruzaría el cartílago de crecimiento
y continuaría fracturando la metáfisis. Sería pues un trazo epífisis-fisis–metáfisis. Ocasionaría una fractura en dos fragmentos que contendrían cada uno de ellos una porción de la fisis. Se localiza frecuentemente en la extremidad inferior del húmero Ocupan el segundo lugar en frecuencia tras las del tipo II. El pronóstico es favorable aunque existe la posibilidad de hacerse puentes óseos de fusión en la zona fracturada fisaria y también ocasionar artritis postraumática en la articulación.



Tipo V: Es una lesión rara. Se diagnostica tardíamente. Algunos autores niegan la existencia puesto que se trataría de aplastamientos fisarios por compresión. Se localiza en articulaciones que se mueven en un solo plano tales como rodilla y tobillo y que además son susceptibles de sufrir ante una caída, fuerzas de compresión pura. El desplazamiento epifisario en estas circunstancias es infrecuente y las radiografías iniciales ofrecen poca información acerca de la grave naturaleza de la lesión, incluso, puede ser diagnosticada como un simple esguince. Ante la sospecha de aplastamiento de la placa epifisaria se debe mantener en descarga la extremidad 3 semanas con la esperanza de prevenir el casi inevitable cierre precoz del crecimiento. El pronóstico de esta lesión es decididamente malo.



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